En otras casas he sido
testigo de alfombras que no se pisan, ollas que no se usan porque “esas son las
rena ware, me muero si se me queman”, vajillas en las que no se come, vasos en
los que no se toma y salas de ‘estar’ donde no se puede ‘estar’.
En muchos casos estas
restricciones tienen una base muy justificable, como una alfombra blanca. Pero uno
se pone a pensar… ¿y quién les habrá hecho la maldad de instalarles esa
alfombra blanca?. Muy válida también la preocupación de que la mesa de vidrio
se raye. Válida si uno pretende hacer figuras de foami y cortarlas con un
exacto directo sobre el vidrio. Pero quizá un mantel o individuales muy
resistentes puedan devolverle la utilidad a ese objeto.
Ahora bien, las ollas. Toda
señora mayor concuerda con que una rena ware es una olla “para toda la vida”,
pero su creador no se refería a que la dejara sin uso en una vitrina para
siempre. Una olla, un cubierto o una vajilla son cosas creadas para el uso
cotidiano. Comprarlos y no usarlos es quitarles su propósito de vida. ¿Ustedes
nunca vieron La Bella y La bestia? Esa pobre vajilla terminó bailando y
cantando a escondidas para tener algo que hacer.
Se entiende por supuesto
que cada quien quiera cumplir su sueño decorativo. Pero seamos sinceros, si su
familia consiste de 3 niños menores de 10 años que juegan futbol 2 veces por
semana, evalúe seriamente la decisión de pintar sus paredes de blanco. Si en su
familia la torpeza abunda, no compre una vajilla carísima de porcelana digna de
una película sobre la realeza.
Si la practicidad no es
posible busquemos una solución. Invierta en unas boticas de ese papel de
burbujitas para la visita. O sirva el café con pitillos y diga que es ‘trendy’.
Entréguele a cada invitado su vela o linterna para que nadie pida prender esa
lámpara que usted tanto cuida. Tenga un cajón secreto en la cocina con ollas
viejas y sartenes a los que ya les dañó el teflón.
Mi único llamado a esta y
próximas generaciones es que consideren la loca idea de comprar muebles donde
de hecho se puedan sentar. Darle un uso responsable a sus objetos. Por un mundo
de cosas útiles que no tengan que asistir a una futura reunión de “Asociación
de Objetos Inútiles Anónimos”. Imagínese esta triste imagen: “Hola soy una cafetera
que nunca coló café y cuando quisieron usarme ya mis filtros estaban
descontinuados”. No hay derecho chica, no te lo hay.
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