Si hemos tenido
alguna interacción social durante el año, es muy probable que en diciembre
tengamos un papelito con nuestro nombre listo para un sorteo. Y no estoy
hablando de rifas ni promociones, estoy hablando del temible amigo secreto.
El concepto del
juego es que cada quien tome un papelito con el nombre de alguien a quien debe
darle un regalo. Dicho nombre debe permanecer secreto hasta el día del
intercambio. Lo que no es un secreto es que a menos que sea un grupo muy unido
y consciente de los gustos de otros, el juego se torna en una pesadilla.
El primer paso
para dar un regalo adecuado es invertir un mínimo de tiempo en considerar a
quien va dirigido. Parece algo tácito pero no lo es, evidencia de ello la cantidad
de bufandas floreadas, batas y prendas llamativas que he recibido en mi vida.
Mi teoría es que
mucha gente tiene la tendencia de comprar regalos como si fueran para ellos
mismos. He allí el primer error en una serie de errores. Si a usted le toca
comprarle algo a un Emo por ejemplo, ¿cuántas probabilidades hay de que le
guste un hermoso vestido naranja?... ninguna! Por favor entendamos que darle un
regalo a alguien no debe convertirse en “lo que a mí me gustaría que usaras”. Para
eso están los makeovers.
Ojo, el regalo
equivocado no siempre viene con mala intención, pero sí de la falta de atención
o de nuestro propio gusto por el artículo en cuestión. Lógicamente es difícil
que te guste todo lo que te regalen, más si la persona no te conoce. Pero cuando
se trata de algo absolutamente opuesto a ti y viene de gente que ves todos los
días del año, ya eso es incomprensible.
De tal manera que
no se trata de ser malagradecido, sino de tratar de cortar ese ciclo eterno de
regalos inadecuados. Por lo tanto no, no puedo fingir que usaré esos zarcillos
de piedras colgantes hasta el cuello que me regalaron, ni la bufanda de seda
vinotinto con flores rosas y amarillas, ni aquel chal con hilos dorados que hoy
funciona de tapetito para las plantas de mi casa.
Es probable que
tampoco me vean usar es lápiz labial marrón que alguna vez me regalaron, ni
encontrarán esa máscara de arlequín colgada en mi casa.
Tomémonos un
momento cuando tengamos que comprar un regalo y consideremos los siguientes
límites:
NO le compremos
una franela del Caracas a un Magallanero…
NO le regalemos
un perro a quien no le gustan las mascotas…
NO le regalemos
una cena en un restaurante de carnes a un vegetariano…
NO le regalemos
unos tacones de aguja a quien siempre anda en converse…
NO le regalemos
un pase anual al estadio a quien no le gustan los deportes…
Recibir un regalo
no es bueno porque sea caro o exclusivo, es bueno porque alguien se tomó la
molestia de pensar en que te pudiese gustar. Armemos una asociación anónima de “échale coco
a tu regalo” cuyo lema sea “Por un mundo sin amigos secretos traumáticos”. Es un
trabajo duro pero Superman y Batman no pueden hacerlo todo en esta vida, hay espacio
para más héroes silentes ;-).
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