jueves, 1 de agosto de 2013

Y ahora?

Gaby estás en Venezuela! Cómo te fue por allá? Y eso que no te quedaste? No te adaptaste? Y estás trabajando? Y ahora?


Si les respondo con diplomacia:


Hola! Si, todo chévere, llegué en febrero. Ahora esperando a ver que aparece por ahí.


Si les respondo con franqueza:


Ahora nada, de momento estoy desempleada, mantenida y ociosa. Me metí en el gimnasio para ocupar mis días. Buscando trabajo pero no consigo. Qué tal? Como están por tu casa?


Y es que, les confieso que más allá del agradecimiento por el interés de la gente, esa preguntica de “Y ahora?” se convierte en esa tecla que uno no quiere que le toquen por enésima vez. Cuando uno entra en un hiato de vida el presente y futuro se vuelven lo mismo, se vuelven un incierto.


Recientemente me ofrecieron un trabajo de estos ‘para que por lo menos no estés sin hacer nada’. Confieso que no tiene ver conmigo, pero fue una de esas cosas que uno decide aceptar porque no encuentra una razón de peso para no hacerlo.


Es así como me convierto en una trabajadora de área administrativa, 8 horas en un escritorio acompañada de una calculadora, un bolígrafo rojo y muchos papeles. Trabajo en una silla media torcida y frente a una ventana que se ha convertido en la vitrina de mis días de profundo aburrimiento. 




Frente a mi un estacionamiento donde pasan una y otra vez los carritos de supermercado. A algunos le dan lo que parece 10 y 20 bolívares, a otros 2 y 5. El monto se identifica sobre todo por la cara del muchacho del carrito. Si el estacionamiento está lleno es porque llegó la harina o la mantequilla. Si está a reventar es porque llegaron las dos!


Unos metros más allá una construcción de viviendas sin bases. me pregunto si sus futuros habitantes apreciarán que el mismo camión ha estado allí por un mes sin hacer nada. Y que solo una vez vi una excavadora cambiando montoncitos de tierra de lugar.


Si el dia esta muy lento comienzo a especular cómo será la vida de quienes caminan frente a mi ventana. Ellos no lo saben pero se han convertido en los personajes de mis historias. me pregunto si realmente querían esa marca de café o si se lo llevan porque es lo que hay. Me intriga saber si hacen mercado para 2, 3 o 15 personas. Si es para 15 llevan muy poco. Toca rendirlo.

Mi lista de reproducción varia entre el stand up comedy, los podcasts de Que se vayan todos y los de Leonardo Padrón y sus imposibles. Hay que aprovechar toda herramienta que evite que me duerma en horas laborales.


En mis papelitos se repiten montos bajos. Bs 32,70, Bs 75, Bs 150.... Eso que será? Dos de esto por persona, dos de aquello por mercado. Me reto a adivinar las combinaciones de precios y luego paso por el supermercado y los corroboro.


En fin, trato de ponerle imaginación y creatividad a un trabajo que no lo tiene. Me toca dedicarle 8 horas a la divagación y al delirio para que no se conviertan en horas de frustración.


Lo bueno es que ahora “por lo menos estoy haciendo algo”. Lo malo es que “por lo menos estoy haciendo algo”.


Dos cosas saldrán de mis días con la calculadora. Lo primero es que ya no vere una operación de pago igual. Lo segundo es que de tanto ejercicio de imaginación quizá termine con suficientes personajes para armar una novela.


Y ahora?

Ahora nada! te cuento después!