lunes, 12 de noviembre de 2012

Cúrame la tortícolis


Hay tantos proveedores de servicios que una tiene que buscar. Que si la manicurista que no te maltrate, que si el odontólogo que no te aterre, que si la peluquera que te estire los chichas, etc. En esta oportunidad me encontré en la imperante necesidad de un masajista. Hace unos meses visité a una que me funcionó pero encontrar una cita con ella es dificilísimo! Así que decidí probar suerte con cualquier otra. Error…error…error.

Voy con mi tortícolis a un establecimiento chino:

Yo: Buenas, necesito un masaje en el cuello por favor

China 1: De cuerpo completo?

Yo: No, de cuello completo únicamente (igual no es que tenga mucho cuello)

China 1: Pase por aquí, deje el bolso en la camilla y siéntese en la silla


Estupendo uso de los recursos


Era uno de estos sitios donde te ponen una toalla caliente encima y así te dan el masaje. Se aparece entonces una segunda china de 1,45 metros aproximadamente, flaquísima por supuesto. Y ha empezado a ‘masajearme’ el cuello. Ni bien me había tocado cuando ya yo estaba a punto de lágrima! Esa mujersita (literalmente) estaba atentando contra mi integridad! Con el codo, con la mano, con el antebrazo, todo era igual, un solo dolor! Ya yo estaba casi de rodillas gritando cuando me dice “está bien la plesión o más suave?”….. Honestamente ya me tenía tan asustada que no quería llevarle la contraria. Acto seguido me dice “quiele masaje en la cabeza?” y yo casi llorando “noooo! Por favor la cabeza no!”, me la imaginé borrándome hasta la memoria. Yo me quejaba y ella respondía “muy sensible, debe aguantal”.

Hasta cierto punto la situación era humillante porque estaba a merced de una persona tan pequeña, pero que hacía tanto daño. En una de las retorcidas vi un letrero en la pared que decía “No sexo. Sólo masaje!”. Una parte de mi encontró poco probable que alguien se confundiera, a menos que fuera un fetiche muy muy específico que no soy nadie para juzgar. Otra parte de mi vio una oportunidad de escape, por un momento pensé “si me pongo a gritar aquí y le finjo un orgasmo a esta china loca a lo mejor se ofende y me bota del local”. Una medida extrema pero me estaba matando ese metro y pico de tortura! Poco me importaba que me botaran de ese sitio con acusaciones de baja moral. Mi objetivo era preservar  la movilidad de mi cuello tanto como se pudiese. Muy seriamente estaba considerando el grito de éxtasis que pudiera significar mi escape “ohhhhhhhh ahhhhhh duro china duro ahhhhhh!”, es decir, cualquier cosa, ya esto era una escena de manicomio.

Creo que la china me leyó la mente porque me dijo “listo, quiele mas tiempo?”, y yo “no! Muchas gracias, muy amable, chao, que tenga buen día” y hui tan rápido como pude, no se si bajé las escaleras o me lancé, da igual. El punto es que quedé más torcida que antes, ahora era como una versión nueva del Jorobado de Notre Damme. Qué hacer? Qué hacer? “Bueno, ni modo, voy a tener que buscar otro masajista porque sencillamente no me puedo mover”. Afortunadamente este masaje no había costado mucho, en términos monetarios, porque en términos emocionales y físicos fue el precio más caro de mi vida.

Entré entonces a otro local, me preocupó un poco que todos eran chinos otra vez. Me preocupó un poco más que el que me tocaba a mi no sólo era de los pocos chinos con sobrepeso que hay por ahí, sino que además medía como 1,80 metros. Mi reacción inmediata fue “ahora si me mataron”. Pero mi dolor y mi contractura ya estaban a un punto que iban más allá del razonamiento, más allá de la moral o cualquier otro valor. Ya yo pensaba “si a este hay que gritarle algo pues se lo gritare pero que me enderece!”. Y para mi sorpresa… encontré al chino masajista de las manos mágicas! El gordito me ha devuelto los músculos a su sitio y ya puedo voltear otra vez. Me tuve que controlar para no salir de ahí cual obrero de construcción aburrido en hora de almuerzo, “qué pasó goldito pídeme la luna y te la bajo”, o sea, ya nada me importa, en total modo supervivencia por la cura de una tortícolis.

Me complace anunciarles que escribo este post sin collarín y que puedo voltear la cabeza a ambos lados. El episodio de la china quedará en mi memoria para siempre pero lo superaré. La vida continúa y seguramente esta no será mi última tortícolis. Tengo aquí unos vouchers para referirle clientes al local de la tortura por si están interesados. Eso si, ya saben que no pueden confundir su gentileza con avances sexuales. No sean cerdos!

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